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Cuando se enteró de que estaba embarazada, Indira experimentó una sensación agridulce que todavía la acompaña, aunque han pasado varios meses y ya casi está a punto de dar a luz. “Ni mi novio ni yo lo estábamos buscando pero nos descuidamos y sucedió. Te juro que al recibir la noticia me eché a llorar. Tenía un felicidad tremenda, pero también una preocupación que no puedo ni contarte”.
Sentada en la sala de espera de una policlínica de la ciudad de Ciego de Ávila, a unos 500 kilómetros hacia el este de La Habana, Indira rememora aquellos primeros días de gestación en los que su mayor inquietud, cuidarse y cuidar al bebé, iba acompañada por otra no menos apremiante: "Hacer dinero”. Dinero para ella significaba en primer lugar poder comprarle una cuna nueva a su futuro hijo, algo para lo que debería poner sobre la mesa buena parte de sus ingresos. Por suerte, tenía a su favor varias ventajas que no juegan en las ecuaciones personales de muchos cubanos.
Así, se hizo el compromiso de no tocar la “divisa” que mensualmente recibía en su centro de trabajo (de 15 a 25 CUC -peso cubano convertible-, cada CUC equivale a 1,10 dólares), ni los casi 5.000 pesos (alrededor de 200 CUC) que le habían correspondido tras la venta de la motocicleta que durante unos cuantos años había utilizado su padre. Mientras, su novio Ernesto se enfrascó en la aventura de confeccionar y vender dulces caseros para aumentar los ingresos de la pareja, y mejorar el pequeño cuarto que ambos comparten en casa de los padres de ella, todo sin descuidar su trabajo como ingeniero en una fábrica de tuberías plásticas. “De esa forma hemos ido saliendo 'alante'. Y con la ayuda de nuestros padres, de mis hermanos y de algunas amistades. El día que nazca Diego, tendremos a unas cuantas personas para agradecerle”
La historia de Indira resume la de muchos jóvenes cubanos que ven en la maternidad o paternidad un compromiso difícil de asumir, sobre todo por la compleja realidad económica que vive la isla. “Es que aunque la salud y la educación son gratuitas, todo lo demás cuesta... y bastante”, se lamenta.
Para una persona ajena al contexto cubano resulta casi imposible entender cómo un país puede garantizar pruebas médicas 'de primer mundo' para todos sus ciudadanos, pero no un bote de gelatina a precios asequibles. Sin embargo, así es. Y de poco han servido las reformas emprendidas por el Gobierno de Raúl Castro durante los últimos cuatro años: en términos de economía real, para la mayoría de la población resulta una heroicidad llegar a fin de mes. Y mucho más lo es pensar en tener descendencia.
“Del grupo de 14 que nos graduamos juntos en la universidad hace nueve años, ya se fueron ocho (de Cuba), y de los que quedamos aquí, solo dos tenemos hijos”, cuenta a El Confidencial Raciel, un ingeniero civil residente en la misma ciudad que Indira y padre de una niña de tres años. En la cuerda de sus análisis, “casi todo el que sigue en la isla lo hace bajo tres condiciones: o tiene un superingreso que le permite vivir bien [casi siempre gracias a alguno de los emergentes negocios privados], o tiene a alguien afuera que lo mantiene, o está 'comiéndose un cable' [pasando dificultades extremas]”.
“A casi nadie la cuenta le da”, asegura. “Cuando se contrastan ingresos y gastos fijos, uno choca con el hecho de que tiene que inventar, buscarse otras entradas. Y no se trata de lujos, sino de que un par de zapatos equivale a casi dos meses de cualquier salario o de que no hay suficientes círculos infantiles [guarderías regentadas por el Estado a precios subvencionados] y uno tiene que pagarle a las cuidadoras particulares, que cobran casi un ojo de la cara... Y no me meto en el tema de la vivienda, que eso ya es harina de otro costal”.
Menos población, más emigrantes y ancianos
El último censo realizado en Cuba (en el año 2012) confirmó las tendencias que se habían venido perfilando en otros estudios: la isla pierde población y, entre la que conserva, cada día se hace más marcado el envejecimiento. Respecto a la anterior encuesta (2002), el país decreció en 10.000 habitantes(el 0,1% del total), una cifra en apariencia insignificante pero tras la cual se esconde el mayor reto al que se enfrenta Cuba en las próximas décadas.
Así lo reconocía por entonces Juan Carlos Alfonso Fraga, director nacional de la investigación, quien resaltaba también como más del 18% de los cubanos rebasaba el umbral de la tercera edad, y el promedio general pasaba de los 35,1 a los 38,8 años; “resultado de una emigración que supera las 38.000 personas al año y de las bajas tasas de fecundidad”.
El asunto resulta incluso más preocupante por el hecho de que los jóvenes -y sobre todo las mujeres en edad reproductiva– representan más de la mitad de quienes abandonan definitivamente el país. En contraposición, casi el 90% de los cubanos que regresan (unos 2.000 en cada calendario) son ancianos o padecen enfermedades crónicas.
“En la actualidad, nuestro país se jacta de poseer uno de los índices de mortalidad infantil más bajos del mundo, una elevada expectativa de vida al nacer, y un sistema gratuito y eficiente de salud pública, todo lo cual, teóricamente, debería constituir un estímulo para fomentar el número de nacimientos”, plantea el investigador Jorge Domingo Cuadriello en un artículo publicado por la prestigiosa revista 'Espacio Laical'. “Sin embargo, ese patrón de posibilidades no llega a hacerse realidad... 1977 fue el último año en el que la mujer cubana, como promedio, procreó dos hijos, cantidad considerada mínima para garantizar el aumento de la población”.
Al cierre de 2014, Cuba registraba una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo (1,46 hijos por mujer) y, consecuentemente, su índice de natalidad (solo 9,6 por cada 1.000 habitantes) descendió hasta el puesto 189º entre los 199 países que contemplan los balances estadísticos de las Naciones Unidas(España se ubica en el 178º); dicha posición es la última de todas las naciones del Hemisferio Occidental.
Hacia el interior de la isla, los números se traducen en el marcado de crecimiento poblacional que experimentan más de la mitad de los 168 municipios que conforman su división político-administrativa. Entre censos, la tendencia ha sido al despoblamiento de las zonas rurales y las pequeñas comunidades, un 'trasvase' que después continúa hacia las cabeceras de provincia, la capital del país y el exterior.
Así, en algunas zonas del centro y el oriente han crecido exponencialmente las tierras sin cultivar, que a pesar de las políticas de fomento emprendidas por el Gobierno, superan un tercio de la superficie total cultivable (casi tres millones de hectáreas). Tampoco abundan los brazos dispuestos a asumir otras actividades de bajos ingresos o que demandan grandes esfuerzos físicos, como la construcción o las campañas epidemiológicas, las cuales muchas veces tienen que ser solventadas con reclusos y soldados del servicio militar.
“Es que cada vez hay más ancianos y menos jóvenes, y los que se quedan solo quieren dedicarse a lo que más dinero les dé. 'La vida es una sola', le responden a una cuando les pregunta por qué quieren irse para Camagüey o La Habana”, explica Odalys, una jubilada de la educación residente en el municipio costero de Santa Cruz del Sur.
Precisamente ese territorio es el segundo del país en cuanto al descenso porcentual del número de sus pobladores. “Hoy su población es inferior a la que tenía en 1976”, apunta el sitio Progreso Semanal, dedicado al análisis político de la realidad cubana. “Entonces, sus dígitos rondaban los 47.400 residentes, casi 2.000 más que los registrados en 2014 (45.520). El déficit se hace aún más marcado cuando se acude a las cifras de cinco años antes (2009), momento en que el territorio contabilizaba 49.841 asentados de forma permanente, o las de principios de la década, cuando superaba cómodamente los 50.000”.
Un futuro que preocupa
Lo más inquietante es que, de continuar sin cambios significativos, esa tendencia provocará que Cuba pierda casi un millón de habitantes hacia 2050. Previsiblemente, hacia esa fecha la población del país tendrá una edad promedio de 51,8 años (la novena más elevada del mundo) y el 39,7% superará los 60 años. Siguiendo las mismas proyecciones, tres décadas más tarde (en 2080), el país habrá regresado a los registros que ostentaba a mediados del siglo XX (unos seis millones de habitantes, como población total).
Entre esos cubanos del futuro podrán estar los hijos de Indira y Raciel, que junto con sus descendientes asumirían la responsabilidad de conducir el país en un contexto donde sería escaso su activo más valioso: los cubanos.e eso ya es harina de otro costal”.
Más del 18% de los cubanos rebasa el umbral de la tercera
edad, 'como resultado de una emigración que supera las
38.000 personas al año y de las bajas tasas de fecundidad'
Leer más: La isla que se vacía (o de cómo Cuba puede perder la mitad de su población). Noticias de Mundo http://goo.gl/lFiSSW
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Tomado de: El Confidencial.
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