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25 de abril de 2015

VOTARON PARA QUE TODO SIGA IGUAL

Por, Ana Mercedes Torricella- Diario de Cubanet

Mi vecina Nelly, cuando supo que no fui a votar y le volví a aclarar que no quiero irme de Cuba, me dijo: “¡Ustedes, los periodistas independientes y los disidentes se van a quedar solitos con los factores! ¡Qué va, hay que irse, no hay más ná!”

LA HABANA, Cuba. — El domingo 19 de abril los que votaron en las elecciones de delegados municipales del Poder Popular lo hicieron bajo la compulsión acostumbrada. Votaron, quiéranlo o no, para que todo siga igual y con “la misma gente”. O sea, “esta gente”, como dicen muchos cubanos para referirse al régimen.

A la mayoría no le importa la votación. Sus más caros y preciados intereses son la comida y el dinero necesario para adquirirla.

Tengo unos vecinos que viven en una miseria de espanto. La más joven, que era muy bella, consiguió casarse con un italiano y se mudó para Génova. Hace unos años, cuando vino de visita a Cuba, compró regalos y les trajo euros. Pero esa familia no usó ese dinero para comprar muebles ni arreglar la desvencijada vivienda: lo usó para comprar un equipo de música. En la actualidad, mitigan el hambre con música atronadora, que escuchan mientras beben ron o cualquier alcohol barato.

A menudo sacan las bocinas para el portal. Para que se sienta la música en todo el barrio. Las sacan cuando es el cumpleaños de alguno de ellos, el Día de las Madres, el fin de año o cualquier día que hay algo que celebrar. Y también cuando hay alguna fiesta de la revolución o eso que llaman elecciones.

El pasado domingo, ya desde antes del mediodía, mis vecinos sacaron las bocinas y pusieron la música. Si es que a eso se le podía llamar música. Ellos fueron de los primeros en votar. “Para salir rápido de esa mierda”, me comentaron. Votaron por cualquiera de los candidatos. Les daba lo mismo. Después terminaron el día con reguetón y alcohol barato.

Mis vecinos hablan horrores de “esta gente”, dicen que no le deben agradecimiento alguno, pero no se señalan dejando de votar y exigen cada vez que las necesitan para algo, las certificaciones de recomendación que otorga el CDR a “los que cumplen con las tareas de la revolución”.

La compulsión, la extorsión y el chantaje, son los mecanismos para disponer de membresía masiva en los CDR, la FMC, la CTC y las demás organizaciones oficialistas que él régimen presenta como “sociedad civil”. La represión, siempre presente, completa el cuadro de la unanimidad necesaria.

Ese fue el panorama del domingo 19 de abril en las circunscripciones abiertas a los comicios convocados para delegados de las asambleas municipales a lo largo de toda Cuba.

Las biografías de los candidatos estuvieron con los errores ortográficos de costumbre a la vista de todos sin que a casi ninguno les interesara leerlas. Quizás con un poco de más discreción que en otras oportunidades, los PC (personas de confianza del partido único) indicaron por quien se debía votar.

Según las cifras oficiales iniciales, votó el 85% de los electores inscritos. Luego rectificaron y aumentaron un poco: 87,30%. Suponemos que el verdadero porciento de abstención haya sido bastante más elevado. Ya el gobierno no se atreve a hablar de más del 97 % de participación, como hacía hasta hace unos años.

Que haya de un 13 a un 15% de abstención puede resultar normal en otros países, pero en Cuba es bastante significativo: aquí solo dejan de ir a votar los que están abiertamente en contra del régimen.

No responder a la convocatoria a la votación implica pérdidas que no todos están dispuestos a asumir. Quien trabaja para el estado patrón, omnipresente, omnipotente y omnisciente, puede perder el empleo. Quien sea cuentapropista puede perder su licencia. Quien viva en el limbo de la ilegalidad tolerada, como los listeros de bolita o los vendedores de algo sustraído por alguien, tendrá que enfrentar a la policía.

En estos términos, lo mejor es ir temprano a votar y no buscarse problemas. “¡Total, si todo va a seguir igual!”, es el consenso general. Nadie quiere buscarse problemas y no acudir a las urnas es ciertamente buscarse grandes y muy serios problemas.

Mi vecina Nelly, cuando supo que no fui a votar y le volví a aclarar que no quiero irme de Cuba, me dijo: “¡Ustedes, los periodistas independientes y los disidentes se van a quedar solitos con los factores! ¡Qué va, hay que irse, no hay más ná!”

Se trata de una verdad desoladora. Especialmente si se trata de jóvenes. Como Nelly. Casi ningún joven tiene planes para el futuro en Cuba. Todos aspiran a irse. A cualquier sitio. En avión o en balsa, con pasaporte o sin él. No quieren más compartir el aire con “esta gente” que no deja vivir. Mucho menos traer hijos a este ambiente viciado. Entonces, Cuba languidece, envejece, se muere de inmovilismo.


El domingo 19 de abril se votó para que todo siga igual, lo que no solo quiere decir mal, sino peor.

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