Por Esteban Rezandero |
Lo
cierto es que esa hiena llamada Ramiro sin Fidel Castro hubiera sido un
magnífico mamporrero en una finca de Artemisa. Pero la historia se escribe
diferente. Entre los miles de hijos de la mala leche que ha dado la Isla de
Cuba yo escojo a Ramiro Valdés como el número tres. Es tan perverso que los
monstruos le temen.
El
cerebro de toda la represión entronizada en Cuba desde 1959 fue Fidel Castro
con el asesoramiento de los rusos y los checos, pero la mano ejecutora fue la
de Ramiro Valdés Menéndez. Es más, ya
desde la Sierra Maestra fue el pionero y fundador del Departamento de
Inteligencia del Ejército Rebelde.
La
gente se pasa la vida deseando
ardientemente que el monstruo sea siquitrillado, pero eso nunca llega porque la
tiranía no puede prescindir de su diabólico “Luca Brasi” el de la película “El
Padrino”. Con los demás la historia es diferente: cuando un alto ejecutivo del
régimen castrista cae en desgracia es eliminado de su cargo y lo lanzan al
ostracismo. No se habla más de él y se convierte en un fantasma.
El
pueblo no solamente está acostumbrado a eso sino que lo disfruta. La foto de un
individuo en todos los periódicos, recibiendo a gobernantes extranjeros en el
aeropuerto, y de pronto desaparece como
Matías Pérez. Cuando al tipo le han dado una enorme relevancia entonces merece
una pequeña nota en el Granma diciendo: “El compañero fulano pasa a realizar
otras funciones al servicio de la revolución”.
Y esa
gente se pasa todo el tiempo “viviendo en el pasado”, con tremendas fotos de ellos junto a Castro en
las salas de sus casas y alardeando en las colas de la carne de epopeyas
pasadas. Pueden llamarse Carlos Lage, o
Roberto Robaina, o Felipe Pérez Roque pero todos son desechables menos la fiera
salvaje de Artemisa.
Con los
demás apapipios la cosa es verdaderamente patética, es como un marido que la
mujer lo traiciona y lo abandona y se pasa el resto de su vida acordándose de “los buenos tiempos que con
ella pasó”.
General Ramiro Valdes |
Pero
ya les dije que como toda regla tiene su excepción, la revolución castrista
tiene la suya y se llama Ramiro Valdés Menéndez. El siniestro Ramirito ha sido
apartado 20 veces, pero jamás ha caído
en desgracia allí.
Ramiro
Valdés es como un perro rabioso que su dueño (ahora Raúl) le pone o le quita la
cadena a su antojo. A veces conviene esconder a Ramiro, desaparecerlo por un
rato, y ponen en su lugar a cualquier
mediocre o hipócrita (en una época el médico Sergio del Valle, en otra a José
Abrahantes y desde hace rato a Abelardo Colomé) y mandan a Ramiro a “no hacer
nada”, a descansar, a vivir la “dolce vita” o a ocupar una “botella” como la de
dirigir la cibernética.
Si la
cosa se pone un poquito mala enseñan DE
LEJOS a la serpiente de siete cabezas. Es decir, no le dan un cargo definido en
el aparato represivo pero lo sientan en todas las tribunas de la Isla. Muy
pocas personas en el país desconocen que ese es “el coco” encargado le partirle
la ventrecha lo mismo a un transeúnte que a un teniente coronel si el momento
lo amerita. Ante un chiflido y una orden Ramiro eliminaría la disidencia en
menos de 72 horas.
Al
encargado de las cámaras de televisión le dan órdenes específicas de que (por
lo menos cada 10 minutos) las enfoque en Ramiro. Con eso es suficiente para que
todo el mundo (incluyendo a la plana mayor del gobierno) se preocupe
enormemente porque ese es un síntoma de que existe la posibilidad de que le
quiten las ataduras al perro de presa. Su sola presencia en Venezuela selló
para siempre la suerte de esa nación.
Y
Ramiro no hace nada, no dice nada, está ahí tranquilo, observándolo todo, haciendo muy bien el papel de ser el matón
más temido en la historia de nuestro país desde la época de Valeriano Weyler.
Mató en cantidades industriales, ultrajó, torturó, y ahora vive de su fama de
criminal nato.
Ni por
la mente le pasa actualmente a Raúl Castro – ni a su hijo- eliminarlo, ni
mandarlo a ordeñar vacas, porque Ramiro es demasiado H.P. para prescindir de
sus servicios. Y se corren mil rumores sobre él, pero no es más que el
desespero de un pueblo oprimido de salir de su principal verdugo.
El
siempre está ahí aunque no lo esté. Es como un cuchillo pendiente de un hilo
sobre las cabezas de la población cubana. ¡Qué clase de monstruo tiene que ser
que hasta Fidel Castro en determinados momentos tiene que mantenerlo a
prudencial distancia y fuera de la mirada del público!
Raúl y
el casi muerto Fidel son capaces de quitarles las estrellas de General al más
pinto de la paloma y lo envían a dirigir una granja avícola, eso ha pasado allí
muchas veces, pero todavía el moribundo y su sustituto saben que cuando las cosas
se pongan duras necesitarían sacar a su Lavrentiy Beria para la calle. Ramiro
es, SIN LUGAR A DUDAS, la tercera persona a la que hay que barrer del mapa el
día de los cuchillos largos en Cuba. Y eso lo sabe hasta el Comité Central del
Partido Comunista de la isla.
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