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10 de abril de 2015

EL ENGENDRO DE ARTEMISA.

Por Esteban Rezandero 
Lo cierto es que esa hiena llamada Ramiro sin Fidel Castro hubiera sido un magnífico mamporrero en una finca de Artemisa. Pero la historia se escribe diferente. Entre los miles de hijos de la mala leche que ha dado la Isla de Cuba yo escojo a Ramiro Valdés como el número tres. Es tan perverso que los monstruos le temen.

El cerebro de toda la represión entronizada en Cuba desde 1959 fue Fidel Castro con el asesoramiento de los rusos y los checos, pero la mano ejecutora fue la de Ramiro Valdés Menéndez. Es más,  ya desde la Sierra Maestra fue el pionero y fundador del Departamento de Inteligencia del Ejército Rebelde.

La gente se pasa la vida  deseando ardientemente que el monstruo sea siquitrillado, pero eso nunca llega porque la tiranía no puede prescindir de su diabólico “Luca Brasi” el de la película “El Padrino”. Con los demás la historia es diferente: cuando un alto ejecutivo del régimen castrista cae en desgracia es eliminado de su cargo y lo lanzan al ostracismo. No se habla más de él y se convierte en un fantasma.

El pueblo no solamente está acostumbrado a eso sino que lo disfruta. La foto de un individuo en todos los periódicos, recibiendo a gobernantes extranjeros en el aeropuerto,  y de pronto desaparece como Matías Pérez. Cuando al tipo le han dado una enorme relevancia entonces merece una pequeña nota en el Granma diciendo: “El compañero fulano pasa a realizar otras funciones al servicio de la revolución”.

Y esa gente se pasa todo el tiempo “viviendo en el pasado”, con  tremendas fotos de ellos junto a Castro en las salas de sus casas y alardeando en las colas de la carne de epopeyas pasadas. Pueden llamarse Carlos Lage,  o Roberto Robaina, o Felipe Pérez Roque pero todos son desechables menos la fiera salvaje de Artemisa.

Con los demás apapipios la cosa es verdaderamente patética, es como un marido que la mujer lo traiciona y lo abandona y se pasa el resto de su vida  acordándose de “los buenos tiempos que con ella pasó”.

General Ramiro Valdes
Pero ya les dije que como toda regla tiene su excepción, la revolución castrista tiene la suya y se llama Ramiro Valdés Menéndez. El siniestro Ramirito ha sido apartado 20 veces, pero  jamás ha caído en desgracia allí.

Ramiro Valdés es como un perro rabioso que su dueño (ahora Raúl) le pone o le quita la cadena a su antojo. A veces conviene esconder a Ramiro, desaparecerlo por un rato,  y ponen en su lugar a cualquier mediocre o hipócrita (en una época el médico Sergio del Valle, en otra a José Abrahantes y desde hace rato a Abelardo Colomé) y mandan a Ramiro a “no hacer nada”, a descansar, a vivir la “dolce vita” o a ocupar una “botella” como la de dirigir la cibernética.

Si la cosa se pone  un poquito mala enseñan DE LEJOS a la serpiente de siete cabezas. Es decir, no le dan un cargo definido en el aparato represivo pero lo sientan en todas las tribunas de la Isla. Muy pocas personas en el país desconocen que ese es “el coco” encargado le partirle la ventrecha lo mismo a un transeúnte que a un teniente coronel si el momento lo amerita. Ante un chiflido y una orden Ramiro eliminaría la disidencia en menos de 72 horas.

Al encargado de las cámaras de televisión le dan órdenes específicas de que (por lo menos cada 10 minutos) las enfoque en Ramiro. Con eso es suficiente para que todo el mundo (incluyendo a la plana mayor del gobierno) se preocupe enormemente porque ese es un síntoma de que existe la posibilidad de que le quiten las ataduras al perro de presa. Su sola presencia en Venezuela selló para siempre la suerte de esa nación.

Y Ramiro no hace nada, no dice nada, está ahí tranquilo, observándolo todo,  haciendo muy bien el papel de ser el matón más temido en la historia de nuestro país desde la época de Valeriano Weyler. Mató en cantidades industriales, ultrajó, torturó, y ahora vive de su fama de criminal nato.

Ni por la mente le pasa actualmente a Raúl Castro – ni a su hijo- eliminarlo, ni mandarlo a ordeñar vacas, porque Ramiro es demasiado H.P. para prescindir de sus servicios. Y se corren mil rumores sobre él, pero no es más que el desespero de un pueblo oprimido de salir de su principal verdugo.

El siempre está ahí aunque no lo esté. Es como un cuchillo pendiente de un hilo sobre las cabezas de la población cubana. ¡Qué clase de monstruo tiene que ser que hasta Fidel Castro en determinados momentos tiene que mantenerlo a prudencial distancia y fuera de la mirada del público!


Raúl y el casi muerto Fidel son capaces de quitarles las estrellas de General al más pinto de la paloma y lo envían a dirigir una granja avícola, eso ha pasado allí muchas veces, pero todavía el moribundo y su sustituto saben que cuando las cosas se pongan duras necesitarían sacar a su Lavrentiy Beria para la calle. Ramiro es, SIN LUGAR A DUDAS, la tercera persona a la que hay que barrer del mapa el día de los cuchillos largos en Cuba. Y eso lo sabe hasta el Comité Central del Partido Comunista de la isla.

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