Posted on February 17, 2015 by Nuevo Accion
ESTEBITAESTAESAHORALABUENACARAJOPor,
Esteban Fernández
Les
hablé recientemente de la gran lucha desarrollada por parte de nuestro pueblo y
por el exilio para evitarle la tragedia comunista a la Patria.
Sí, la
contienda fue de enormes proporciones y de mayúsculos esfuerzos donde corrieron
ríos de sangre y miles de años de prisión de patriotas cubanos y donde también
las mujeres brindaron su cuota de abnegación y méritos.
Sin
embargo, ese no fue el más grande de los sacrificios. El gigantesco fue el de
los padres que considerando que perderían la Patria Potestad de sus hijos y al
verlos en peligro inminente de ser adoctrinados y comunizados optaron por la
entereza de enviarlos solos hacia los Estados Unidos.
Lo
primero que hay que hacer es ser padres para ponernos mentalmente en esa
situación y poder comprender ese gesto heroico. Fue algo así como “¡Si yo muero
me muero pero que se salven mis hijos!”. Ese fue el más sublime de los gestos.
Unos a
través de ese bellísimo proyecto llamado “Pedro Pan” y otros como yo “por la
libre” pero todos sin saber lo que nos
esperaba en tierra libre pero extraña. Y muchos que eran tan pequeños que a
duras penas ni entendían lo que estaba pasando a su alrededor, echando de menos
-hasta por encima de Cuba- ¡a sus padres!
Unos,
después de transcurridos varios años se encontraron de nuevo con sus seres
queridos, otros no tuvimos esa gran
suerte. Hubo algunos que fueron a parar en diferentes Estados con familias
buenas que se ocuparon de ellos, otros pasaron un verdadero calvario.
En mi
caso particular fue el teniente del G2 de apellido Guevara quien le dio el
verdadero impulso a mi padre cuando delante de sus esbirros le gritó:
“¡Esteban, saca a tu hijo de Cuba porque te lo voy a fusilar en el medio del
parque de Güines!”
Antes
de dos horas ya estaba mi padre delante de mi exigiéndome: “Llama a Miami a tu
amigo Milton Sorí y a las hermanas Moraima y Madeleine Lavastilla, hijas de mi
amigo Waldemar, para que te envien la visa, yo me ocupo del pasaporte” En ese
instante yo tenía 15 años.
Muy
guapos fueron los patriotas que se alzaron en El Escambray, valientes los
invasores de Girón y los que realizaron
ataques comandos, pero mucho más grande fue el estoicismo de esos padres que
acto seguido de montarse sus hijos en los aviones derramaron lagunas de
lágrimas a todo largo y ancho de la nación. Solamente con darles un pequeño
vistazo a mis hijas y nietos me parece que yo nunca tendría la fuerza necesaria
para separarme de ellos si existiera la menor posiblidad de no verlos más
nunca.
Por lo
tanto, cada vez que nos tropecemos con un adoctrinado por el régimen, o tan
siquiera con alguien que nos cuente las vicisitudes que allá pasó o las veces que cayó preso
hasta por nimiedades, hay que darles muchas gracias a Dios y a todos esos padres que salvaron a sus hijos
de la más bestial tiranía que ha dado este continente. Un millón de
aplausos para ellos.
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