El general bordea el      precipicio.
     Por: Prof. Ariel      Hidalgo.
Miami, Enero 8,2011
Tomado del  Miami Herald en Español.
El 18 de diciembre el general Raúl Castro dijo que estaban bordeando el      precipicio y que la ``revolución'' se podía hundir. Y dijo la pura verdad, a      pesar de que trataron luego de desfigurar la afirmación con malabarismos      verbales, preocupados por la supuesta ``tergiversación'' de los medios en el      exterior.
Pero decir que estamos bordeando el precipicio significa: que estamos      bordeando el precipicio. No hay otra interpretación posible. Y lo dice      porque sabe que el modelo está completamente agotado, porque el absoluto      control del Estado sobre todas las riquezas en nombre de los trabajadores      --supuestamente ``los dueños de los medios de producción''--, requería      necesariamente de una enorme burocracia que en consecuencia ha generado      corrupción y una crisis permanente. Esos bienes, al ser propiedad de todos      --y por tanto de nadie--, pueden dilapidarse alegremente sin problema      alguno. Llega un punto en que corrupción y crisis, tomados de la mano,      arrastran a toda la sociedad a una desestabilización total.
¿Qué pasa entonces cuando todo el mundo sabe que el sistema no sirve y que      tiene que cambiar, cuando llega al convencimiento de que no puede esperar      nada de la dirigencia que impuso ese modelo y que durante más de 50 años no      ha sido capaz de una solución seria y realista, cuando incluso se ha tomado      el camino de la terapia de choque al estilo neoliberal más brutal de      despidos masivos y recortes o supresión total de los beneficios sociales?      Pues se genera un clima revolucionario, término este --``revolucionario''--      que nada tiene que ver con el sentido en que lo usa la inmensa mayoría de      los cubanos y con el cual muchos opositores siguen honrando a la dirigencia      cubana. Precisamente el General ahora afirma que lo que viene es ``una      revolución dentro de la revolución''. De que viene, viene, pero no dentro de      lo que no existe. 
El proceso cubano, después de muchas inconsecuencias, dejó de ser      definitivamente revolucionario en 1968 cuando, después de expropiar a      capitalistas y terratenientes, despojó también al pueblo, a los trabajadores      independientes, de sus más modestos medios de subsistencia durante la mal      llamada ``ofensiva revolucionaria'', tras lo cual desembocó en un      capitalismo de Estado monopolista en su máxima expresión que nada tenía que      ver con socialismo. 
Excepto Rusia, ninguno de los países de Europa del Este --donde el modelo      fue impuesto a la fuerza desde el exterior--, llegó al grado de      centralización que alcanzó Cuba, pues siguió existiendo la pequeña propiedad      y ciertos remanentes de la sociedad civil. En Rusia, sin embargo, cuando el      régimen implosión, se creó un vacío de poder que fue ocupado por grupos      sectarios de amigos --``familias''-- provenientes en su mayoría de la KGB o      de los estamentos burocráticos. Este peligro acecha en cada recodo de una      posible transición: un capitalismo salvaje de mafias empresariales. Lo que      pudiera marcar la diferencia es la existencia, por una parte, de una      disidencia muy diversa en la marginalidad social con varios proyectos de      reconstrucción social, y por otra de tendencias contestatarias dentro del      sector legal y oficialista, con propuestas programáticas para una sociedad      participativa. Todos apuntan hacia el desmantelamiento del Estado como      administrador de bienes de producción.
El administrador ha demostrado más que suficientemente, durante cincuenta      años, su incompetencia, mientras que por el contrario, cada vez que el      trabajador ha tenido ocasión de ponerse directamente al frente de algún      centro --como los paladares, por ejemplo-- ha probado fehacientemente su      eficiencia, incluso a pesar de las zancadillas burocráticas interpuestas por      ese poderoso competidor. El ojo del amo engorda el caballo. Entonces ha      llegado ya la hora de que el pueblo, de una vez por todas, le diga a ese      administrador: ``Basta, se le agradece sus buenos oficios, pero eso lo puedo      hacer yo mejor que usted''. Y que proceda a lo que es impostergable: la      expropiación del Estado a favor de los trabajadores y de la ciudadanía en      general, combinando diferentes formas de propiedad: individual, familiar,      cooperativa y autogestionaria. Si todo el pueblo participa de la propiedad y      es beneficiado con una legislación que reconozca sus derechos laborales,      económicos, sociales, culturales, civiles y políticos, Cuba sería el primer      resplandor de aurora de una nueva humanidad.
Infoburo@AOL.com
 
 
 
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