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Reinaldo Escobar-. No hay colores. Solo gris y blanco, con algunos tonos ocres
que aportan los jardines secos, sembrados para el día de la inauguración. En
ese paisaje hostil del municipio habanero del Cotorro, se erigen 19 edificios
formados por petrocasas. Un sueño de Fidel Castro y Hugo Chávez que ahora se
cae a pedazos lejos de los titulares y de las fotografías de prensa.
Decenas de
personas que perdieron sus casas recibieron una de estas viviendas de PVC,
fruto de un acuerdo entre Cuba y Venezuela. (14ymedio)
Decenas de
familias que perdieron sus viviendas por derrumbes, incendios o ciclones se
sintieron dichosas cuando les otorgaron un apartamento en el barrio El Molino.
Eran los elegidos para habitar las “viviendas del futuro” y dejar atrás los
albergues de damnificados en Centro Habana y Habana Vieja, donde habían
resistido 10 o 15 años hacinados. Su agradecimiento se hallaba al máximo, pero
sus expectativas también.
“No
teníamos nada y esto era al menos una salida a aquella ratonera”, comenta
Clara, una de las beneficiadas con la asignación estatal de petrocasas. Llegó
al albergue recién casada y allí nacieron todos sus hijos. “Fue muy difícil
mantener una relación de pareja en cuartos donde el vecino del otro lado del
tabique lo oía todo”, cuenta.
Clara y su
familia vivieron más de una década en una antigua posada convertida en albergue
para damnificados, cuyos cuartos estaban concebidos para hacer el amor por unas
horas. “Allí teníamos la cocina, la cuna de los niños y nuestra cama donde
dormíamos hasta seis”, detalla la mujer, ya jubilada.
Entonces
irrumpió en su vida la esperanza. “Nos dijeron que nos iban a dar una petrocasa
y, la verdad, es que por salir de allí me hubiera ido hasta para la luna”,
confiesa. El día de la entrega de llaves de los nuevos apartamentos, Clara lo
vivió como una fiesta de quinces: “No paraba de llorar y reírme de la emoción”.
Después que
se fueron las cámaras de la televisión y cuando las familias se pusieron a buen
recaudo bajo el nuevo techo, lo primero que descubrieron es que no podían
colgar un cuadro en aquellas paredes. Después se percataron de las vibraciones
que provocaban los pasos en los altos y, en menos de seis meses, comenzaron a
aparecer las filtraciones.
En 2008 el
director del proyecto de petrocasas, Julián Alonso, aseguró a la prensa oficial
que “Cuba producirá más de 14.000 viviendas anuales a partir del policloruro de
vinilo (PVC), gracias a un proyecto binacional con Venezuela”. Sin embargo la
cuota nunca se cumplió y en 2015 la cifra total de viviendas planificadas –amén
de su estructura o método constructivo– se recortó a 30.000, al menos 17.000 de
ellas por esfuerzo propio.
Los paneles
para erigir las petrocasas serían fabricados en un polo petroquímico que el
fallecido presidente venezolano prometió desarrollar en la ciudad de
Cienfuegos. La obra no se concluyó en toda su extensión y muchos de los paneles
de PVC que se usaron en la barriada de Clara se importaron de otros destinos,
como España.
La mala
calidad de la construcción ha marcado al asentamiento desde su primer día:
empezaron a caerse algunas ventanas, a rajarse el cemento de los pisos,
producirse cortocircuitos en las instalaciones eléctricas y salideros en las
tuberías de agua, comentan a 14ymedio varios vecinos de la barriada. Un mal día
de viento fuerte, el techo del vecino del último piso de Clara estuvo a punto
de salir volando.
Rosa
Helena, madre de dos niños, duerme en la sala para evitar la humedad que hay en
el dormitorio. Se queja de que cuando el vecino de los altos echa agua en el
piso, a los pocos minutos empieza a gotear sobre sus muebles. “Para arreglar
estos problemas no ha venido nadie, pero nada más que llegamos fundaron el
Comité de Defensa de la Revolución”, alega.
A esos
problemas se le suma la infraestructura de la barriada. La mujer narra que
cuando fue a matricular “a los muchachos en la escuela primaria que está a la
entrada del reparto, me dijeron que ya tenían la matrícula a tope y ahora
tenemos que salir a las seis de la mañana de la casa para llegar a la escuela
donde los aceptaron”. Cuenta que su madre fue a visitarla hace una semana y que
lo primero que le dijo fue: “Ay, mija, en el albergue estabas mejor”.
El lugar no
podría ser más inhóspito. Las calles están sin asfaltar y la humedad sale por
todas partes.
Carlos,
considerado un “caso social” por sus graves problemas de salud se queja de que
el policlínico Efraín Mayor queda demasiado lejos. Como el resto de los
vecinos, debe pagar una mensualidad por el apartamento otorgado. Ni siquiera
han llegado a ser propietarios de sus petrocasas, sino que mantienen un estatus
de arrendatario.
“De todas
formas yo no tengo un peso ni para comer, así que no voy a poder pagar nada”,
aclara. Cuando se le pregunta si en su casa hay los mismos desperfectos que en
las demás, sonríe irónicamente y dice: “Nos explicaron que esto tenía un año de
garantía y que en ese tiempo el Estado se encargaría de cualquier reparación.
Después de un año, las roturas quedan a cargo del arrendatario”.
Sin
embargo, el anciano cuenta que, a los nueve meses de estar aquí, hubo un
cortocircuito que quemó el refrigerador. “Ahora solo enciendo un bombillo en el
baño y nadie ha respondido mis quejas”.
Otros
vecinos que no quisieron ser identificados contaron que en muchas casas desde
el inicio faltaron los llavines en los cuartos y otros objetos constructivos.
Aseguran que luego de la inauguración aparecieron cerca del lugar, enterrados,
reservorios de cosas robadas en las que había cajas de azulejos, sacos de
cemento, envases con silicona y muebles sanitarios.
La culpa de
estos “desvíos de recursos” y de la mala calidad de la terminación se la cargan
a la Empresa Constructora de Obras Industriales ECOI 53 y a la Brigada Julio
Antonio Mella, que trabajaron en esta barriada de petrocasas. Muchos de los
empleados ni siquiera llegaron a concluir las obras pues fueron expulsados por
el mal trabajo y por los robos, según confirmó un constructor que participó en
las tareas.
Asentamientos
de este tipo se han levantado también en el reparto San Agustín, en San Miguel
del Padrón, Guanabacoa y Alberro. Los vecinos han rebautizado las petrocasas
como “casas de cartón”.
Una señora
de avanzada edad que escuchaba las quejas de Carlos y Clara, replica que ella
se siente “feliz” con su nueva vivienda. “Lo que pasa es que hay mucha gente
malagradecida que no reconoce el esfuerzo que ha hecho la Revolución por darnos
estas casas”. Hace una pausa larga y concluye: “¿Acaso nos merecíamos algo
mejor que esto?”.
Este
artículo fue publicado originalmente en 14yMedio.com
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