Rogelio
cuenta que “el invento y la basura son la única salida en este país”
LA
HABANA, Cuba – Rogelio Hernández tiene 61 años y recoge basura en la calle para
poder vivir. Trabajó en la Empresa de Servicios Comunales por diez años, pero
lo dejó porque se dio cuenta de que “en la calle hay millones de dólares
botados en basura” y, según dice, se estaba privando de ello mientras era un empleado
del gobierno.
Trabaja
por cuenta propia desde hace siete años, recogiendo latas, cartones, pomos
plásticos y otros para después venderlos en los puntos de venta de materia
prima del Estado. Él mismo confeccionó el transporte que le sirve para realizar
este trabajo. Repite una y otra vez que vive “obsesionado con la basura”.
El
resultado de lo que ha podido lograr en su vida es reflejo de los fracasos del
régimen totalitario qué surgía cuando él apenas tenía cinco años.
En los
años 70 tuvo que incorporarse al servicio militar obligatorio. “El servicio
antes era candela, ahora uno se salva si eres hijo de un ‘pincho’ militar
(oficial de alto rango) o pagas papeles de loco”, cuenta.
Refiriéndose
a su etapa de militar continuó diciendo: “Después de
tres años de mi vida
desperdiciados, llevaba diez meses en la calle cuando me citaron para luchar en
la guerra de Angola en el año 1975. No tenía elección, ni justificación. Tuve
que ir. Muchas veces estuve en peligro de perder la vida, como desgraciadamente
le pasó a muchos de mis compañeros, pero casi pierdo el ojo izquierdo por una
bomba que cayó cerca de mí. A la larga me jodieron bien porque casi no veo de
ese ojo y no escucho del oído izquierdo.”
“Regresé
a Cuba con psicosis de guerra. Llegué aquí y al día siguiente fui al Comité
Militar para que me mandaran para Etiopia, pero gracias a Dios nunca me llegó
la citación”, agregó.
Con la
discapacidad que le dejó la guerra trató de sobrevivir en la calle como albañil
y jardinero, haciendo trabajos particulares. Pasados los años terminó en la
Empresa de Servicios Comunales donde trabajó por largo tiempo.
“Cuando
trabajaba en Comunales tenía que resolver los instrumentos por mi propia
cuenta”, relata.
“Tampoco la empresa garantiza comida o bebida, y los
supervisores revisan el trabajo todos los días. Si encuentran el más mínimo
reguero de basura en el tramo asignado te hacen recorte de salario. La venta de
pomos plásticos que encontraba en los basureros era mi negocio por la
izquierda, los lavaba bien y se los vendía a los que hacen refresco por cuenta
propia, pero ya no aguantaba más el abuso y decidí irme a recoger materia prima
por mi cuenta”. Recoger
materia prima para vivir es un trabajo duro, sobre todo si se considera que en
Cuba no se atienden las reglas de reciclaje, ni de higiene. En los basureros se
halla todo tipo de materiales mezclados y pueden permanecer hasta meses sin que
nadie los recoja, creando fetidez, y lugar para insectos y roedores.
Pero
Rogelio, quien ha puesto todo su empeño y dedicación en este trabajo, asegura
lo siguiente: “Yo no paro de trabajar, me levanto a las seis de la mañana y
termino de noche, pero gracias a eso estoy vivo, el invento y la basura son la
única salida en este país. Hay millones de dólares botados en la calle en
basura (se refiere a la materia prima). Voy montando todo lo que me encuentro
en mi carretilla, lo voy almacenando hasta llegar a tener bastantes kilos y
después doy el paletazo (vende la materia prima). Tengo que recoger como loco,
de otra forma no se ve el resultado ya que pagan una miseria.”
“Yo no
sé de qué forma, pero mis tres cajas de cigarro diarias tienen que salir de
alguna parte. Y mi ‘Planchao’ (ron en cajas) de vez en cuando. Así es este
país, se trata de sálvese quien pueda, está todo en ruinas y a la deriva”,
agregó.
Rogelio
nació en Bayamo en 1954, en la localidad rural perteneciente al barrio San
Juan. Fue el tercero de nueve hermanos criados en un hogar lleno de tradiciones
patrióticas, según asegura. Su infancia transcurrió entre el trabajo del monte,
los cuentos de su abuelo sobre la guerra en la manigua y la responsabilidad de
sus hermanos.
En los
años 60 sus padres, por falta de recursos, tuvieron que mandarlo a La Habana
para que estudiara la primaria becado en una escuela. Su sueño era llegar a ser
un gran doctor. Cuando terminó 6to grado se quedó en casa de una tía en La Habana.
Aunque
para ese entonces el castrismo prometía cambios, la familia estaba segura de
que con estudio no podría alimentar otra boca. De esta forma su sueño de ser
doctor se convirtió en una utopía.
Prácticamente
nació con la revolución. Ha servido a su país por muchos años, sin embargo, a
su edad no tiene casa propia donde vivir. De estar obsesionado con ser médico
pasó a estarlo con la basura, y sus aspiraciones son que le sobre algún dinero
para poder comprar cigarro y ron.
Pablo
González
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