Por Servando González
Fidel Castro, ese tirano achacoso que desde su lecho de muerte aún (des)gobierna a Cuba con mano de hierro, sigue siendo el niño malcriado que educaron los jesuitas y que daba perretas cuando no podía hacer su voluntad. Castro nunca maduró emocionalmente. Nunca ha conocido los sentimientos más nobles del ser humano: el amor y la amistad.
Fidel Castro siempre odió a su padre y despreció a sus hermanos. Su hijo mayor, Fidel Castro Díaz, mantiene con él frías relaciones. Juanita, su hermana en el exilio, lo odia profundamente. Sus más cercanos colaboradores lo obedecen porque lo temen. Raúl, el único de sus hermanos que aparentemente tolera a Fidel, en realidad lo odia y lo teme, y sólo ha esperado su muerte para sustituirlo realmente y así vengarse de las humillaciones a que Fidel lo ha sometido todos estos años.
¿Qué terrible secreto guarda Fidel que, cuando sospechó que algunos de sus más fieles seguidores que un día confiaron ciegamente en él lo habían descubierto, ordenó que los asesinaran? La lista es tan larga que ocuparía todo este artículo, pero algunos de los más notables fueron Rafael del Pino Siero, Camilo Cienfuegos, el Che Guevara y Tony de la Guardia. Otros, como Haydé Santamaría, cuando descubrieron la traición de Fidel Castro optaron por suicidarse.
Hace unos años, cuando Castro se sitió tan enfermo que nombró a Raúl su sucesor oficial al trono, la noticia hizo que por Washington y Miami soplaran de nuevo los vientos anexionistas. Pero Fidel se recobró y continuó controlándolo todo desde su lecho de muerte. Estos días, cuando al parecer la pelona lo ronda de cerca, los anexionistas se regocijan de nuevo y, con el apoyo del traicionero Consejo de Relaciones Exteriores, han lanzado una nueva ofensiva en toda la línea para controlar los destinos de nuestra sufrida patria y mantener el castrismo después de la muerte del tirano.
Pero muy pocos saben quién es realmente Fidel Castro. Como el gato de Chesire de Alicia en el país de la maravillas, Fidel Castro se las arregló para esfumarse detrás de su sonrisa; una sonrisa que al principio llamó humanismo, luego socialismo y después comunismo, aunque hay muchos que siempre la han visto como fascismo. Pero la sonrisa ha borrado completamente el gato que está detrás.
Fidel Castro le cambió la bola a todo el mundo: A la pequeña burguesía cubana le prometió una revolución democrática y nacionalista … y le dio otra. A los obreros y campesinos les prometió una revolución socialista … y les dio otra. A los comunistas les prometió una revolución comunista … y les dio otra. A los rusos les prometió una revolución pro-soviética … y les dio otra. A los izquierdistas latinoamericanos les prometió una revolución antinorteamericana y antiimperialista … y les dio otra.
Fidel Castro tiene el dudoso mérito histórico de haber engañado a propios y extraños por igual.
Pero Fidel Castro no podía haber hecho una revolución democrática, ni socialista, ni comunista, ni antimperialista. Fidel Castro sólo podía haber hecho la revolución que su ego descomunal siempre había soñado; la revolución que siempre había querido hacer: ¡La revolución Fidelista!
Lo más triste de esta tragicomedia que le ha tocado vivir al pueblo de Cuba sería que tanto el “pro-Martiano” y antiimperialista Fidel Castro como algunos de sus enemigos “anticastrocomunistas” del exilio pasaran a la Historia como los causantes de lo que José Martí tanto temió: la anexión de Cuba a los Estados Unidos. Desgraciadamente, todo indica que eso es precisamente lo que está sucediendo en esto momentos.
Tanto nadar y nadar para morir en la orilla.
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