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31 de enero de 2015

Cuba-EEUU: El exabrupto de Raúl Castro o la angustia de elegir


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Por Carlos Cabrera Pérez

Raúl y Fidel Castro Ruz sienten miedo de que el arreglo con Estados Unidos se los lleve por delante y han decidido enfriar las expectativas generadas a partir del 17 de diciembre asumiendo una posición maximalista, muy conveniente para negociar, pero de escaso éxito real, porque cerrarse ahora a un buen acuerdo para Cuba los sepultaría para siempre.

La primera en dar la voz de alarma fue Josefina Vidal Ferreiro, que pidió a sus interlocutores norteamericanos una lista para poder entender el alcance real del paquete Obama, que ha jugado limpio desde el principio, advirtiendo que haría todos los cambios posibles en el ámbito ejecutivo y avisando de que los cambios legislativos serían más dilatados.

Por tanto, el intento de frenazo tardocastrista no tiene justificación real, salvo la angustia que provoca en el presidente cubano desmontar la guerra que tan buenos dividendos políticos ha tenido para la dictadura y, sobre todo, observar la indisimulada alegría de la mayoría de los cubanos ante un absurdo que comienza a revertirse.

Militantes desorientados

Lógicamente, una parte de la militancia comunista y del ejército se sienten desorientados y hasta desamparados con el new deal, pero la mayoría silenciosa sabe que la mejor salida posible al drama cubano es una transición pacifica y ordenada; y ello implica una relación normal con Estados Unidos, que es el mercado más dinámico del mundo.

El castrismo es una ruina socioeconómica y Raúl Castro y sus más lúcidos compañeros de fila lo saben. Las últimas dudas se acabaron cuando comprobaron que el sistema es irreformable aunque Marino Murillo, el llamado zar de las reformas económicas, salte de un cargo a otro y la Controlaría General se afane en perseguir el delito.

Paralelamente, los cubanos saben que la mayoría de sus parientes en el exilio tienen una vida sencilla y ordenada, que les permite pagar sus impuestos y, además, ayudarles regularmente para desayunar, almorzar y comer; incluso algo más.

Para muchos cubanos, el capitalismo es sinónimo de prosperidad, mientras que el socialismo es sinónimo de hambre y falta de libertad. Frente a esa ecuación, y a estas alturas, es complicado intentar convencer a alguien de jugar a ser Sagunto y Numancia.

Por tanto, Obama les ha metido a los Castro sus perros en el cazadero, a cambio de la pequeña ventaja de exhibir a los cinco cubanos excarcelados por Estados Unidos, quienes tienen de héroes lo mismo que de espías; es decir, nada, porque el FBI los monitoreó desde el primer momento.

Un precio demasiado alto

Fue tal el desastre, que Cuba perdió a una valiosa espía como Ana Belén Montes y al matrimonio Myers, que espiaban para Cuba desde hacía 20 o más años. ¿Quién es el responsable del desastre operativo que significó la destrucción del Ministerio del Interior en 1989?
Un precio demasiado alto, tras el pecado original de haber convertido a los policías en ladrones. Cuando un gobierno desmoraliza a un servidor público, convirtiéndolo en corsario, sabe cómo empieza, pero nunca cómo acaba.

Si alguien duda o cree que Castro engañó a Obama, se equivoca. La vuelta de los tres espías restantes no llenará la mesa de los cubanos, no llenará las farmacias de medicamentos ni aumentará la productividad de la economía. La telenovela tejida en torno al nacimiento de Gema, la hija del espía Gerardo Hernández y Adriana Pérez, la agente Bonsai, es enternecedora y puede despertar más de una lágrima con los adjetivos de la periodista Arleen Rodríguez Derivet, convertida en una suerte de madrina del parto, pero no resuelve las carencias de papa de la canasta familiar del cubano.

Las demandas de Raúl Castro, fuera de sitio en el foro regional de la CELAC, son más la expresión de una angustia, que el fruto de un razonamiento lógico y diplomático, pues un portazo a Obama puede lesionar incluso a los numerosos simpatizantes del castrismo que -durante años- han abogado por un cambio en las relaciones bilaterales.

Deshojando la margarita…

Ya sabemos que nunca son más recios los bombardeos que justo antes de sentarse a negociar, pero Cuba parte con la desventaja de que su única salida posible es una transición a la democracia, yendo de la ley a la ley, y no una implosión social, que desemboque en una salida estilo Libia.
Obama, en cambio, no se juega nada, ni siquiera una reelección, y puede esperar tranquilamente a que los Castro deshojen la margarita de poner palos en la rueda o asumir con sensatez que su tiempo se acaba.

El sobresalto de Fidel Castro, aludiendo a las prerrogativas concedidas por el Partido Comunista, suena a coña marinera, sobre todo en el puño de un señor que destruyó al antiguo partido de los comunistas para fabricarse un hato de borregos encandilados y que ni siquiera tuvo a bien consultar la instalación de misiles soviéticos con cabezas nucleares.

Pero la clave de su verdadero temor la reveló este miércoles el fraile dominico brasileño Frei Betto, quien aludió a un encontronazo entre la “austeridad del Lada” con el consumismo capitalista, como si cada cubano hubiera podido tener un Lada.

La andanada castrista de este miércoles (me refiero a Raúl en Costa Rica y no a Fidel desde Punto Cero) ha hecho felices a los que en Estados Unidos se oponen a un arreglo bilateral, incluidos varios legisladores cubanoamericanos, deseosos de humillar al tardocastrismo con una derrota sin paliativos; aunque el pueblo cubano siga sufriendo exilio, inxilio y pobreza.

Aclaración del exabrupto

Es curioso que la Oficina de Intereses de Cuba en Estados Unidos se haya apresurado en aclarar -mediante nota enviada a la prensa- que ha habido “imprecisión” a la cobertura del discurso de Raúl Castro en Costa Rica. La aclaración puntualiza que el gobernante cubano puso cuatro condiciones para la normalización, pero no para seguir adelante con las relaciones bilaterales, aunque la nota no especifica qué significado concreto para el futuro tendría la siguiente frase del discurso: “Si estos problemas no se resuelven, este acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos no tendría sentido”.

Más allá de los matices semánticos y las aclaratorias de corre-corre, lo que quedó claro en el exabrupto de San José fue el tono de atrincheramiento de un hombre de 83 años que trata de dictar las pautas de una negociación a la manera del cuento del pescador y el pececito dorado, de Pushkin, y no del gobernante de un país en ruina económica y estampida de sus jóvenes, necesitado tnto de inversiones como de cordura.

A todos aquellos deseosos de un final espantoso que ponga fin al espanto sin fin que es el castrismo, sería bueno recordarles que fue el propio Fidel Castro ante Naciones Unidas, en el ya lejano 1979, quien avisó que en un holocausto morirán los pobres, pero también morirán los ricos “que son los que más tienen que perder en este mundo”.

Y en el caso cubano, está muy claro, quienes son los ricos y quienes son los pobres. Por tanto, Raúl Castro Ruz está atrapado por la libertad, que no es más que la angustia de elegir.
En los próximos días, cuando los cubanos viajen a Washington a continuar las negociaciones, sabremos si sigue adelante la hoja de ruta del General-Presidente, que prevé su alejamiento del poder en el 2018 y sustanciales modificaciones constitucionales que contemplen el pluripartidismo y la propiedad privada, o si el miedo se ha instalado en el Palacio de la Revolución.
Pero no nos precipitemos, en la política real “nunca, jamás” es hasta dentro de cinco minutos…

Tomado de :Cafe fuerte.

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