Dialogorrea reconciliante.
Por: Lázaro González Valdés, ex preso de conciencia.
Miami,Septiembre 9. 2010.
Se trata de un mal que deteriora la capacidad de análisis de quienes lo sufren, haciéndoles especular que el diálogo sería el procedimiento para reconciliar a las víctimas con sus opresores (sin arrepentimiento de éstos ni castigo para sus crímenes) y solucionar el conflicto en Cuba.
La primera manifestación de este flagelo podría ubicarse en 1988 cuando integrantes del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba (PPDHC) solicitaron un plebiscito al Partido Comunista (PCC), petición para la cual recogieron miles de firmas conforme a la ley vigente en aquel momento, pero los contagiados recuperaron su salud por las dosis represivas que les infligió la policía política.
A pesar de esa experiencia, otros grupos disidentes y opositores han padecido posteriormente la enfermedad sufriendo las mismas consecuencias. El caso más notorio es el Proyecto Varela, propuesta que además de recibir la consabida represión policial motivó al PCC a torcer aún más su constitución hasta el punto de legalizar arbitrariamente la irrevocabilidad del sistema comunista en Cuba.
Sin embargo estos hechos no bastaron para detener el flagelo ni se han adoptado medidas profilácticas de raciocinio en contra de él por lo que la infección se ha extendido a sectores de la iglesia católica y sus laicos, quienes a su vez han contagiado a algunos analistas y expertos en diversas ramas del saber como se confirma en las ponencias de la X Semana Social Católica.
Un síntoma nuevo y preocupante de la enfermedad se ha detectado en el resumen que el cura Jorge Cela hace de ese evento. El sacerdote señala como “sujetos del diálogo” los siguientes:
+ Entre cubanos en Cuba.
+ Entre Iglesia y Estado.
+ Entre cubanos en la diáspora.
+ Entre cubanos en Cuba y en la diáspora.
Por lo tanto, siguiendo el razonamiento de Jorge Cela los cubanos deben dialogar entre ellos pero no cuestionar a los funcionarios del Estado, quienes serían exclusivos interlocutores de la jerarquía católica de acuerdo a lo dicho por él. Este papel de mediador no solicitado podría agravar la dialogorrea reconciliante pues considerar que una conversación entre víctimas conllevaría libertades básicas para la sociedad cubana es como esperar yucas de un árbol de aguacates.
No pretendo saber todo sobre esta patología pero debemos deschavar públicamente sus trastornos ya que en cualquier momento algún enfermizo proyecto religioso (o laico, o disidente, o mixto) podría convocar a las víctimas del comunismo para que le pidan perdón a los criminales del PCC.
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